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El Greco, Caballero con la mano en el pecho,
1580 |
Los pintores del Renacimiento lo
tenían muy difícil: se los consideraba meramente unos artesanos, ni siquiera se
los consideraba humanistas o sabios, como ocurría con los literatos o filósofos.
Trabajaban con las manos y eso los hacía indignos. Larga fue la lucha de
Leonardo, Miguel Ángel, Durero, Velázquez, Rubens y tantos otros para lograr
el reconocimiento del oficio. Hacia fines del sg. XVI en Italia, las cosas
habían mejorado un poco para los artistas, pero estos avances no habían llegado
todavía al resto de los países europeos.
Doménikos Theotokópulos (El Greco) venía de
Creta, había pasado por Venecia y Roma. Quiso probar fortuna en Madrid, no
logró establecerse y se quedó en Toledo. Era un extranjero, católico entre
ortodoxos, y con un lenguaje pictórico que era una mezcla de los iconos
bizantinos, el colorido veneciano y el Manierismo italiano.