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jueves, 10 de agosto de 2017

Una postal desde la Polinesia

Gauguin, Matamoe, Paisaje con pavos, 1892


¿Seguimos con los viajes exóticos?

El blog se ha ido a la Polinesia a visitar a Gauguin. No está nada mal irse de vacaciones hasta allá...

Gauguin puso varios océanos de por medio entre su persona y París.

Buscaba un universo primigenio, tierras no tocadas por la civilización, seres humanos inocentes, sin pecado original. No le alcanzaban los campesinos de Millet.




¿Los encontró? ¿Valió la pena el viaje a Tahiti?


Pues no tanto. Se encontró con la administración francesa en las islas, con miles de trabas burocráticas y descubrió que los nativos que tanto idealizaba desde la distancia también eran egoístas, ladrones, perezosos... Dicho rápidamente: que el pecado original también había andado por esas tierras.

Sin embargo, después de conocer esos paisajes y una civilización menos hipócrita en sus costumbres y normas sociales, se sentía un extraño en París. Tampoco le venía mal el rol de artista exótico como estrategia de marketing.

Admiradísimo por Van Gogh, dio el puntapié inicial a lo que se llamó después la pintura primitivista, a una pintura cargada de color, un color no apegado a la realidad. Ya le decía él a Sérusier que pintara con los colores que quisiera, que se dejara llevar por los dictados de la emoción, del corazón.

El resultado es un cuadro vibrante, tropical. Las palmeras, las figuras, los pavos reales nos llevan a un mundo diferente, y por eso mismo, atrayente. Pero él no pretendía ser fiel a la naturaleza. No sabemos cuánto de fantasía hay en este cuadro. Probablemente esta escena no haya existido nunca. O sí, en fragmentos de realidad. 

Da igual. Para esta época de vacaciones vale como souvenir veraniego. Y para los que están pasando frío en el Hemisferio Sur, ¡ojalá que les sirva como remedio para el frío y los días grises!

Te dejo aquí enlaces a artículos anteriores:
Sobre los Nabis y Sérusier: La historia continúa,
Gauguin le escribe a Pissarro: Yo soy un salvaje,
Pissarro habla de Gauguin en una carta a su hijo: Ud. es un hombre civilizado.


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