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jueves, 31 de marzo de 2016

"Cabeza muerta"

Los nombres de los colores
Lüpertz, Poeta, 1997

Me ha pasado más de una vez. Voy a mi proveedor de materiales y delante de mí, algunos clientes que se asombran de los nombres de los colores que algún profesor de pintura les mandó comprar.

Y si uno lo piensa un poco, algunos nombres son bien raros. Un rojo de cadmio, un blanco de titanio o de zinc nos recuerdan a la tabla periódica, o sea, son elementos químicos. Pero, ¿“Caput mortuum”? ¿Y “negro de Marte”? ¿No era que Marte era el planeta rojo? O “gris de Payne”, ¿quién era éste? ¿O es algún lugar?

jueves, 24 de marzo de 2016

Matthias Grünewald, Retablo de Isenheim

El retablo de Isenheim es una obra maestra del Renacimiento nórdico. De Grünewald (o Mathis Gothart Nithart) no se sabe casi nada. Fue contemporáneo de Durero y de Cranach e igualmente famoso. Pero en esos tiempos tan confusos el artista apoyó las revueltas de los campesinos y la Reforma de Lutero, perdió la protección del cardenal Albrecht von Brandenburg y huyó al norte. Allí murió y cayó en el olvido. Hasta tal punto que el Altar fue considerado durante mucho tiempo obra de Durero.

Así, por su espíritu, composición y técnica pertenece a 2 mundos, a la Edad Media y al Renacimiento.

Es una obra que impacta por la crudeza de sus imágenes. Está concebido como un camino espiritual, que no sólo tenía la intención de acompañar al culto, sino también de consolar a los enfermos del convento de Isenheim.


jueves, 17 de marzo de 2016

Muñequitos de madera

El colmo del trampantojo

Mujer con escoba, 1640
(Imagen: Wikipedia)
Hace poco te conté sobre el trampantojo. (Si te lo has perdido pincha aquí.) Seguro que te sorprendiste con el juego ilusión-realidad que nos proponen estos artistas. Pero ellos no se quedaron conformes con el resultado y lo siguieron desarrollando.

El trampantojo tenía un problema: no admite figuras humanas. Por más que nos quieran engañar pintando personas de manera muy realista y precisa, que se escapan del cuadro, el efecto no es el mismo (como en “Escapando de la crítica”, de Borrel del Caso). Sigue siendo un juego irónico y ambiguo, pero sabemos que esa persona está inmóvil y es plana, o sea, es una pintura. ¿Y cómo engañar entonces al espectador? Con el chantourné.

jueves, 10 de marzo de 2016

Un mitómano y un padre desesperado (2da parte)

El mayor fraude en la historia del arte 

(Si te perdiste la primera parte, pincha aquí

Myatt/Braque (falsificación)
(Imagen: museum-security.org)
En 1986 la mujer de Myatt lo abandona por otro hombre y lo deja solo con 2 bebés.  Había estudiado arte, tenía talento, pero su estilo no gustaba. Había ganado mucho dinero con una canción que compuso (puedes oirla aquí), pero el dinero se acabó y estaba desesperado. Daba clases de dibujo en una escuela 2 veces por semana, pero no era suficiente. Decidió hacer pequeñas copias de pinturas del sg. XIX y XX y las ofrece a la revista Privat Eye como “falsificaciones auténticas”. Los artistas solemos copiar a los maestros y no es delito, siempre y cuando se diga que es una copia.

Un día lo llama un tal Prof. Drewe que le pide un “lindo Matisse”.[1]  Luego le pide uno al estilo de Klee… Se convierte en su mejor cliente. Lo invitaba a comer a buenos lugares, conversaban de temas de arte: a Myatt lo sacaba de su rutina doméstica, lo hacía sentirse importante. Le llamaba la atención la cantidad de obras que le pedía, pero pensaba que eran para decorar su casa o para regalar. 

jueves, 3 de marzo de 2016

Un mitómano y un padre desesperado

 El mayor fraude en la historia del arte

Myatt/Modigliani (falsificación)
 (Imagen: damforstmuseum.org)
17-1-1995, Londres: un incendio en una vivienda de estudiantes, una chica húngara muere. El inspector Higgs está a cargo. Antes del suceso una japonesa vio en un pasillo a un extraño que buscaba al arrendador. El incendio comienza en la habitación de éste, aparentemente provocado. El dueño tiene una coartada; entre sus papeles encuentran que él había alquilado una habitación en otra dirección a una tal Batsheva Goudsmid

Se encuentran con una mujer desquiciada, desesperada. Les dice que por qué no investigan a su ex - marido, John Drewe, que le secuestró a sus hijos, que le quitó todo el dinero, que convenció a la Asistencia Social de que ella abusaba de sus hijos; que está segura de que él inició el fuego porque el arrendador le había robado de su casa pinturas y cartas comprometedoras.


Higgs interroga a Drewe, un profesor, físico nuclear y asesor de los servicios secretos; un hombre perfectamente vestido, educado, con un total dominio de sí mismo: le cuenta su versión sobre Goudsmid. Cuando Higgs revisa los antecedentes de Drewe, no hay noticias de él: ninguna licencia de conducir, cuenta bancaria, seguro médico, nada. No lo conocen en los lugares de trabajo, ni tampoco está en los registros de las Universidades en las que estudió. Algo no va bien.